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Conocido comúnmente como rodillo, este cilindro estriado es el encargado de transmitir la fuerza giratoria del motor directamente al neumático trasero de la bicicleta. A los rikimbiles basados en este principio mecánico se les llama “motores por rodillo”.
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Commonly known as a roller (rodillo), this grooved cylinder is responsible for transmitting the motor’s rotational force directly to the rear tire of the bicycle. Rikimbiles based on this mechanical principle are called “motores por rodillo (roller motors).”
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Apuntes sobre un objeto improbable
Ernesto Oroza (Saint-Étienne, Julio 2025)
Estas líneas están dedicadas a un objeto “aparecido”. En muchas mitologías, como en la cubana, un aparecido es un espectro que se hace presente de manera inexplicable arribando desde otro ámbito, de la muerte, u otro contexto incomprensible. El objeto improbable que nos interesa acá eclosionó en la realidad cubana por una fisura contingente, por la necesidad de poner en relación otros dos artefactos. Antes de ese forzado encuentro este objeto no existía.
Intentaré entonces rondar en estas líneas a un objeto que apareció únicamente para vincular dos artefactos que no deberían encontrarse directamente, pues han sido diseñados para participar en sistemas de objetos y actividades muy disímiles, y ajenas entre sí. El objeto en cuestión, además de ser improbable y contingente, también es provisional, ya que, a pesar de ser duradero, ha sido creado con el deseo de que su existencia sea efímera. Éste existe para resolver un grave problema de transporte causado por una profunda y extendida crisis política y económica. En otras condiciones, este objeto repentino no se produciría, lo que podría explicar por qué la esperanza de que su existencia sea solo temporal está tan profundamente arraigada.
Como ocurre con muchos objetos nuevos, su nombre llegó más tarde y se asentó, depuró y estableció por el uso. Lo común es que se empleen catacresis para nombrar objetos repentinos o improbables, pero en el objeto que nos interesa se ha empleado un término que lo describe por su forma y accionar: rodillo. Como no existe una producción industrializada de este artefacto todos los especímenes son distintos. Todos guardan relación formal con lo que pensamos es un rodillo, pero tienen proporciones y constituciones muy diversas. Si lo fuéramos a describir únicamente por su uso diríamos que es la pieza de transmisión de un tipo de rikimbili— específicamente de aquellos hechos por la adición de un motor a una bicicleta. El rodillo transmite por fricción, a la cara externa del neumático trasero, entiéndase su superficie de rodamiento, la fuerza giratoria del motor.
El nombre comúnmente empleado para estos rikimbilis es “motor por rodillo”. Cuando se busca en los fórums de Facebook dedicados a presentar, vender y comprar estos vehículos notaremos que se identifican añadiendo una localidad al término “motor por rodillo”. De ahí que, entre muchos otros, existan: “motores por rodillo Vertientes”, “motores por rodillo Granma”, “motores por rodillo Habana”, “motores por rodillo Pinar del Río”, “motores por rodillo en Jagüey Grande”, “motores por rodillo Mayabeque”, “motores por rodillo 4 Caminos Cotorro”, “motores x rodillos en Moron”, “motores por rodillo Pinar del Rio”, “motores por rodillo Las Tunas”. Su presencia abarca todo el país, no solo porque se han creado muchos grupos municipales y provinciales, sino también porque ciertos grupos tienen esa aspiración última. Resalta, entre estos últimos, “Bicicletas con motores por rodillos de Cuba”, que tiene actualmente más de veintidós mil miembros.
Aunque hay una gran variedad de diseños los siguientes rasgos son comunes a casi todos los rodillos. Se trata de un cilindro estriado que tiene entre cuatro y ocho centímetros de diámetro exterior. Su longitud puede llegar a veinte centímetros, pero nunca será menor de cuatro, porque no debe ser más pequeño que el ancho del neumático de una bicicleta ordinaria. El rodillo es siempre metálico, sin embargo, he visto algunos cubiertos por goma. La mayoría de los documentados son de acero, otros, también numerosos, son de hierro fundido o de aluminio, y los menos comunes de bronce. Muchos han sido fabricados a partir del extremo estriado del eje de transmisión de los autos Ladas, WAZ, entre otros. Algunos rodillos han sido torneados, a modo de cilindro con cintura, para que la zona central de éste se acomode de forma gentil a la curvatura de la sección del neumático cuando se enfrentan. Otros se han deformado, de igual manera, por el desgaste de la fricción cuando presiona la rueda.
Aunque el rodillo es íntegro, o monolítico, éste está compuesto por dos elementos estructurales-funcionales; cada uno de ellos está dedicado al objeto que conectan. El primero es la parte estriada que transmite tangencialmente la rotación del motor a la rueda. El segundo elemento, es la parte de éste que se fija al eje del motor. En algunos diseños estas dos funciones están resueltas por una misma forma: la base misma del cilindro tiene agujeros que permiten su fijación al eje. Cuando no es el caso, esta conexión se realiza por medio de una extensión cilíndrica lisa, de la cual abundan dos tipologías. En la primera esta extensión es cilíndrica plana y de mayor diámetro. A esta forma le llaman platillo en algunas provincias, y la relación proporcional, en cuanto al diámetro, es similar a la que tendría una taza para café expreso con su plato. Muchos comentarios en los post describen el rol de ese plato como un contrapeso que ayuda al tuerque del motor. A la segunda tipología pertenecen los que tienen como extensión cilindros lisos de menor diámetro al del rodillo estriado. Estas secciones tienen una longitud que varía entre cuatro y diez centímetros. Este último tipo de rodillo se asemeja a una maraca, sobre todo cuando su extensión emula un cabo o mango.
El sentido de rotación del rodillo, desde la perspectiva del motor, puede ser dextrógiro o levógiro. Eso depende del tipo de motor que se use, y de éste, dependerá de qué lado de la bicicleta se adose el motor. Los motores Stihl br 380 o SR 420, por ejemplo, quedan a nuestra izquierda si estamos sentados en la bicicleta. Las bicicletas a las que se les añade un motor han existido desde hace muchas décadas y en diversos lugares del mundo. Pero en Cuba, el motor empleado no ha sido diseñado para este propósito. En la isla se usan motores de sierras, de máquinas fumigadoras, de chapeadoras y bombas de agua, de sopladoras de hojas, entre muchos otros. El denominador común es que son motores de gasolina.
Una de las publicaciones más comunes en los foros de Facebook es la que se pregunta dónde comprar neumáticos adecuados para confrontar el rodillo. Por ejemplo: “…busco a alguien que haga o venda gomas criollas para un rikimbili de rodillo, me urge. Soy de la Habana”. Lo que ocurre es que el rodillo devora, literalmente, la superficie externa de las ruedas debido a la fricción. De ahí que abunden los comentarios sobre lo ineficaz de este principio de transmisión, en comparación a la transmisión por cadenas, que es el otro posible. Los neumáticos llamados criollos han sido reforzados para una mayor durabilidad. De alguna manera este rodillo comienza a habitar un ecosistema de artefactos adaptados para sostener, y mejorar, su existencia. Seis centímetros de diámetro es el ideal hoy, pero todo parece indicar que serán cinco centímetros mañana. Veintidós estrías es hoy lo frecuente, catorce lo eran hace tres años. No hay una escuela para hacer rodillos. Las personas aprenden de sus propias experiencias y de lo que se transmite en la calle y en los foros de Internet. Su forma futura rezumará una enorme experimentación, aunque hoy está lejos de coagularse en un arquetipo. Sin embargo, después de cientos de intentos y otros cientos de reportes de estas pruebas en Facebook—“esta dimensión es la mejor para este tipo de motor”, por ejemplo—, pudieran establecerse algunos valores dimensionales comunes. Se afirma, por ejemplo, que el mejor neumático para un rodillo “cinco puntos cinco” (5 1/2), es el número veinte.
Una de las características de los entes aparecidos es la escasa, o nula, documentación sobre su existencia. Algunos mitólogos dirán que no tenemos la capacidad o los medios para visualizar sus presencias, por lo general percibidas solo por los pocos que narran sus apariciones. Otros, apelaran a la fe del vidente, que puede traducirse, en esta analogía con el rodillo, al interés por prestar atención, por observar. En primer lugar, el rodillo existe en un contexto de gran precariedad material—el mismo que lo supura—, y al cual no muchos desean atender. En segundo lugar, el rodillo está integrado mecánicamente en una trama formal que lo invisibiliza, dejándolo inteligible únicamente para los entendidos. Una vez que la persona interesada logre identificar su presencia, éste será perceptible en todo momento.
En los foros de Facebook donde este objeto se discute, su presencia, al punto de la masividad, es incuestionable. Arribar a estos reservorios documentales no es simple, antes deberías conocer los términos empleados para poder efectuar una búsqueda eficiente en Facebook o en Revolico (servicio de compraventas concebido para la isla). Siendo de Quivicán, por ejemplo, buscarás en aquellos foros puntuales o aledaños, para que se facilite la entrega y la transacción económica, pues el servicio de correo en la isla es igualmente precario.
En estos registros se muestra el rodillo tanto separado como integrando el sistema técnico del rikimbili. Las fotos los muestran en las manos, adosados a motores, o sueltos sobre las mesas, los pisos, las sillas. Estas imágenes traen a presentación un contexto especialmente doméstico: sábanas y sobrecamas estampadas, alfombras caseras, mesas de comer, mesas bajas y mesitas de noche, sillas, muretes de portales y jardines, pisos de baldosas hidráulicas y, de forma reiterada, suelos de mosaicos. Estos elementos están ahí porque son el fondo sobre el cual se toma la fotografía, no hay en su presencia una intencionalidad comunicativa. Sin embargo, cuando se inserta en la fotografía un billete, una botella, la mano, o un zapato, si hay una necesidad de proveer información sobre la escala del objeto en cuestión. Cuando están en las manos, casi siempre manos izquierdas, pues la derecha sostiene el celular, se puede reconocer el tamaño y las proporciones, comprender el diámetro y el largo del cabo, o eje, si lo tiene. Pero la mano, aunque introduce una escala humana, no es precisa en términos métricos por la enorme diversidad de cuerpos humanos, especialmente en el Caribe. Cuando no está en las manos y todavía se necesita mostrar su escala, como haría un arqueólogo que documenta un elemento o utensilio prehistórico, la persona le coloca al lado una unidad de medida universal, entiéndase objetos normados o estandarizados: una botella PET para refrescos, billetes en circulación, una chancleta u otro tipo de zapato, una losa de piso popular en el mercado y de la cual todos conocen sus dimensiones o pueden, al menos, constatarla.
Al entrar otro elemento en el plano fotográfico, sea un billete, una mano, una botella de PET, se produce una articulación que apunta a la creación de una nueva imagen, un nuevo significado. Puede decirse que se inserta algo más, aparece una frase, un ritmo intencional se presenta. Es decir, la botella, el billete, una losa de piso popular en el mercado, una mano, una chancleta, son recursos de escala, pero parecen inaugurar un tipo de experimentación retórica.
Me pregunto si los elementos antes mencionados son capaces de crear esa imagen sin la necesidad de otros recursos retóricos como la repetición. Por ejemplo, una mano que sostiene el rodillo mostrando su sección circular a la cámara del teléfono es una de las fotos más reiteradas. Es obvio que el gesto, o pose, busca mostrar el diámetro del rodillo. Cuando se repite podemos reconocer la diferencia entre las siluetas de los rodillos, las variaciones de número y tamaño de sus dientes alrededor del círculo. Dispuesto de esa manera, el rodillo, parece una síntesis geométrica de un sol sujeto por una mano. Las manos, en un primer plano, dejan ver, en ocasiones, tatuajes, y rasgos específicos que apuntan a un sujeto, con rasgos comunes y otros distintivos. Casi siempre son manos de hombres (solo una mano femenina se reconoce, hasta ahora, en este compendio fotográfico). En su totalidad son manos de jóvenes que, en su conjunto, parecen abarcar las variables étnicas que integran la población cubana. La mano y el rodillo producen una imagen, que requiere de la repetición para completar un paisaje caribeño, insular.
En el caso de los rodillos con billetes lo común será que se coloque el rodillo longitudinalmente al lado del billete. El billete que más se usa es del peso cubano, aunque a veces se emplea el dólar norteamericano. El valor nominal del billete es irrelevante, ya que todos los billetes cubanos tienen el mismo tamaño. En este sentido, la cifra genera confusión porque introduce un valor económico que no se corresponde con el valor económico del rodillo. Téngase en cuenta que estas publicaciones existen principalmente para comercializar estos artefactos por lo cual si alguien muestra el rodillo es para venderlo o cambiarlo. A veces los muestran para acompañar preguntas técnicas sobre el diámetro, el numero de estrías, y otros rasgos, buscando opiniones más expertas. Aunque la botella de PET es el objeto-escala que más se utiliza en los foros de Facebook cubanos dedicados a la compraventa, no es el más común con relación a la comercialización de rodillos. Esto se debe a que supera en tamaño al rodillo por lo que la comparativa entre ambos no es muy eficiente. Las botellas-escala que he documentado están vacías lo que nos remite a la permanente reutilización de estos envases en el contexto doméstico y urbano cubano. Si bien la imagen del billete junto al rodillo puede resultar inesperada, la de la botella de PET no; es común hallarla integrando el sistema técnico de un rikimbili, por ser éste el recipiente más utilizado para el combustible. La botella PET participa además de otros procesos domésticos y económicos al ser empleado como unidad de medida para la venta de pinturas, yogurt, granos, etc. La unidad de medida que constituye este recipiente se conoce como “pepino”, apelativo utilizado en el argot para ese tipo de envase.
Lo que resulta más interesante de esta práctica, o al menos más promisorio, es el principio que plantea, la posibilidad de que la intención de comunicar el tamaño tenga una subversión retórica: la escala como recurso retórico. Si el billete, la botella de PET y la mano reemplazan la barra de escala, entiéndase la escala métrica del arqueólogo, ese espacio donde se insertan es un espacio abierto a nuevas referencias que pudieran, en relación con el rodillo, producir una nueva imagen.
El principio al cual estoy apelando no es distinto del principio que produce la metáfora y que está en la base tanto del collage como del montaje cinematográfico, entre muchos otros procesos de creación de imágenes. Qué pasa, por ejemplo, si colocamos al lado del rodillo un cráneo, una lengua, o un corazón humano. Qué propone el insertar una biblia, ese libro considerado por Rogerio Duarte: el primer objeto industrial de la historia. O, a qué paisaje social se alude si insertamos junto al rodillo un hueso cúbito de gato. Si el elemento que se inserta debe ser reconocible por una gran mayoría, y su escala manoseada al punto de una identificación a través de una foto, qué imagen del futuro se ofrece cuando insertemos al propio rodillo como referente de escala.
Una obra de Wilfredo Prieto titulada Miren el tamaño de este mango (2011), que presenta un mango sujeto a un teléfono BlackBerry por una banda de goma, pudiera estar aludiendo a este principio. Al mango se le enfrenta un objeto tecnológico de un período muy específico. Si la obra en sí no es una fotografía, implicaría una reposición permanente del mango, en el mismo modo que propuso Felix González-Torres con sus conocidos “endless suply”. El objeto que escala en la obra de Prieto es el BlackBerry, pero pudiera ser que en algunas culturas el objeto que aporte la referencia de escala sea el mango. Esa intercambiabilidad de funciones es de por si retórica.
Este análisis basado en una actividad que se ha hecho común—introducir un elemento de escala en la foto de un rodillo para una mejor comprensión de algunas de sus características formales— intenta amplificar las funciones del rodillo como elemento sintagmático, conector entre dos elementos heterogéneos (motor y bicicleta), y como transmisor. El conjunto bicicleta-rodillo-motor, que aceptamos nombrar rikimbili, es un modelo extrapolable para comprender las posibilidades culturales de prácticas creativas tópicas o situadas. Pero también, la función de conector-trasmisor puede ser explorada si las variables son el motor y la bicicleta. Cuando entendemos su función de conectar elementos heterogéneos para trasmitir una acción, podemos experimentar con nuevos artefactos diversos. Un conjunto posible: un retrato de José Lezama Lima (solo la cabeza), un rodillo de mármol o de bronce, un motor de una lavadora Soviética. Otro: una mandíbula de mula, un rodillo fabricado con la punta de una barra de transmisión de Lada, una copia del libro La isla que se repite de Antonio Benítez Rojo.
El rodillo existe para convertir una bicicleta en un medio automotriz, y para transformar un motor de una sierra en un motor de un vehículo motorizado. El rodillo, en su rol bisagra, parece habilitar y potenciar permutaciones, descentrar identidades. Mas allá de que el rodillo (objeto improbable) está anclado al núcleo de un artefacto (el motor), y roza tangencialmente al otro (la bicicleta, específicamente su rueda), su verdadera ubicación es intermedia. El rodillo opera como interludio, está entre ellos, articulándolos para producir una tercera cosa (el rikimbili). Nótese que no cuento al rodillo en esta suma, pues en su improbabilidad se autoexcluye. El rodillo es el silencio entre dos notas, o el corte (espacio/tiempo) entre dos imágenes. Me pregunto si el rodillo coagula lo que José Lezama Lima nombra “eros relacionable”, ese “ofrecimiento” relacional que tienen los elementos, sean palabras, materias u objetos (esto último apuntado también por James J. Gibson); o potencia lo que Arthur Jafa señala en algunas imágenes como “spooky entanglement”, esos vínculos entre las imágenes, establecidos a priori, por fuerzas técnicas, históricas y epistemológicas; o activa aquello que Edouard Glissant propone como “distancias determinantes”, para que, rechazando devenir amalgama, el motor de la chapeadora siga siéndolo, y la bicicleta sea una bicicleta aunque juntos sean un rikimbili. Lo que se presenta aquí es la posibilidad de asumir al rodillo como el rikimbili en sí mismo: como el montaje dialéctico, entiéndase cacharreo, que hace brotar una imagen no esperada en la sala oscura del cine, e incluso no representada, y únicamente sugerida.
Uno de los motores más empleados es el de la sopladora de hojas (Stihl br 380 o sr 420), el nombre de este artefacto en francés es souffleur. Y es ese el mismo apelativo que se usa para la persona que bajo la concha del teatro le recuerda al desmemoriado actor su texto. Esta analogía del motor de una sopladora de detritus con el souffleur (apuntador en castellano y prompter en inglés) es solo un recordatorio de las posibilidades de significado que pueden activarse en el experimento propuesto.
Puede que el rodillo de transmisión del rikimbili sea un objeto irrelevante, que no merezca una sola línea. Es posible que este artefacto sea simplemente un indicio de un fenómeno transitorio, idiosincrásico y periférico. Sin embargo, creo que, al igual que hacemos en el Caribe con los huracanes, los rodillos de transmisión del rikimbili deberían recibir nombres propios. La prueba está en estas fotos: lo que cada una de estas manos sostiene es un centro. Cada rodillo es el centro de un mundo y, cuando se revuelve, organiza todo; incluso lo impar se pone en relación. La periferia será entonces el lugar donde su vorágine no se comprenda.
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